Luis, en los años 70 |
Miró a la barrera del Bayern Munich y, un poco más allá, al
portero Sepp Maier. Casi todos los jugadores que formaban esa barrera y también
el portero iban a ser pocos meses después campeones del mundo con Alemania.
Luis se acercó al balón con un mínimo trote lento y lo tocó con sutileza,
revirado, tangencial. Era un toque quedo, sin necesidad de ponerle mucha
fuerza. Salía del pie girando sobre sí mismo, como una rotación planetaria, y
haciendo diabluras en el aire para despistar al portero. Fue poco más que un
roce, apenas una caricia, un mimo. La pelota despegó del suelo, tomó altura,
cogió velocidad de crucero, sobrevoló a la barrera, inició el descenso, pasó a
un lado de Maier, y el portero la miró sabiendo que era inútil estirarse. Para
entonces, Luis llevaba ya un rato celebrando el gol dando saltos. En las
imágenes se aprecia que levanta el brazo al ver que la pelota sobrepasa la
barrera, y aún le faltaban diez metros para llegar a la línea de portería.
Cuando lo tocó ya sabía que iba a ser gol. Los que estaban viendo el partido lo
sabían incluso desde antes. Porque era Luis.
Aquel gol no sirvió para ganar la Copa de Europa, pero la
muerte de Luis en este primer día de febrero de 2014 es un motivo más para que el Atleti pelee por llegar a la final de la Champions en mayo, cuando se cumplirán
40 años de aquel maravilloso y aciago partido. El Atleti tiene esa deuda
pendiente, y ha de saldarla.
Cuando el Calderón gritaba “Luis, Luis,
Luis…”
Luis Aragonés no era un tipo simpático. No, al menos, con
quienes no fueran sus amigos. Era un gran cascarrabias, a veces malencarado y
protestón. Pero Zapatones o el Abuelo, como le llamaban en sus tiempos de
jugador, es irrepetible. Es un símbolo de una de las mejores plantillas
que ha tenido el Atleti: la de los años 70. Y es una figura a la que recordar y
emular para que el proyecto de Simeone consiga el éxito que merece.
En aquellos dulces años 70, cada vez que el árbitro pitaba
una falta al borde del área el Calderón entero gritaba a coro “Luis, Luis,
Luis, Luis…”. Debía resultar amenazador para los porteros rivales. Sólo la
pericia de Pantic en el Atleti del doblete ha provocado sensaciones similares.
Fue en aquel mágico 1974 cuando una tarde, después del
entrenamiento, el presidente Vicente Calderón decidió destituir al entrenador
Juan Carlos Lorenzo. Acto seguido llamó a Luis a su despacho y le dijo que
debía dejar de jugar y asumir el puesto de técnico. A la mañana siguiente, Luis
se puso el chándal y empezó a entrenar, llamando de usted a quienes unas
horas antes eran sus compañeros de vestuario y de copas en la tasca. ¡Hasta
aquí llegaron las bromas!
Con Luis fuimos campeones de Liga, de Copa, y de la
Intercontinental, en una noche maravillosa en el Calderón ante Independiente de
Avellaneda. Y con Luis como seleccionador España fue campeona de Europa, en
otra noche mágica en Viena, ante Alemania. Pocos lo recordarán, pero fue Luis
el que puso el apodo de “La Roja” a la selección. Y fue Luis el que dejó fuera
de La Roja a Raúl, en la que probablemente fue la decisión más difícil y más
acertada que tomó.
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