Pareciera que todo el desarrollo de la eliminatoria estuviera prevista, a grandes rasgos, por la estratégica cabeza del Cholo. Que apostara por el empate a cero en la ida y asumiera con gusto el empate a cero del primer tiempo de la vuelta. Todo para tener la iniciativa en este segundo partido aunque no a través del juego (anatema) sino del control psicológico de la eliminatoria. Jugar con la ansiedad de un rival que se estrella ante una defensa impenetrable y un muro de cemento armado con perfil de portero, para golpear en algún momento, ya se verá cuándo, de un estoque seco, aislado. Sublime plan, el éxtasis del Cholo. Porque durante la primera parte de este segundo partido, en el Bernabéu, con la afición en contra, con el innovador planteamiento de Ancelloti metiendo a Ramos en el centro del campo para ganar esta parcela del terreno al Atleti, aun así, digo, el Real Madrid creó, con todo su dominio, muchísimo menos peligro que en la ida. Los blancos habían gastado sus balas de la sorpresa en la primera parte del Calderón y no dieron en el blanco. Y ahora con apenas un par de oportunidades con cierto peligro tampoco iban a acertar.
Ahora bien, salvo algún intento poco contundente de apenas cinco o diez minutos, el Atleti no apareció en ataque, casi no hilvanó jugada alguna alejadas como estaban sus mentes de cualquier actividad creativa. Cómo iban a hacerlo concentrados todos ellos en sondear cada brizna de hierba en busca de olor a merengue. Miren a Griezmann. No es casualidad que el mejor rojiblanco del campeonato apenas haya brillado mínimamente en los dos partidos de la eliminatoria. Sus capacidades en ataque han sido vilmente sacrificadas en el altar de otras tareas más ingratas. Las de Mandzucik, en sobrehumanos esfuerzos defensivos que lo mutilan ante posibles escapadas a ese área rival que sólo vislumbra a cincuenta metros de su sombra. Saúl es otra cosa. En su caso se trata de una apuesta fallida de Simeone. No dio la talla para este partido a pesar de que calidad no le falta. La demostró de sobra en el derbi liguero pero no ha podido con la presión de la Champions. Una experiencia que probablemente hará que pueda con ella en la próxima edición. Aún así, el extiásico plan, de momento, funciona.
Funciona porque pasan los minutos con el cero en el marcador y, hacia el 60, sale Raúl García y la grada blanca tiembla, grita y se descontrola. Y eso se trasmite al campo. Y todos se agitan con razón. No porque el navarro sea la bomba técnicamente sino porque es la bomba a secas. Simeone lo saca por eso, porque rompe la concentración de extraños y de propios, y la dinámica cambia. Y de repente Arda se siente libre y empieza a jugar al fútbol, y Koke combina con él y Mandzu se acerca a la portería. Llegan las jugadas, las combinaciones y la ansiedad en el rival. El partido se abre y el Atleti está, por fin, cómodo. Son nuestros mejores momentos. El plan funciona y ahora sí fluye con el brillo de una tierra seca recién regada. Hasta que el éxtasis deslumbra al genio y Arda comete la falta que lo estropea todo, que derrumba ese plan milimétrico, ese que pretendía sacar el máximo provecho de tan poco. Ese plan tan legítimo como justo es decir que colgaba de un hilo: el hilo que sujetaba el brazo del árbitro al sacar la segunda amarilla. El hilo que Arda Turán, consciente de que su plantillazo dinamitaba el plan, intentó cortar bajando el brazo del colegiado que sujetaba la tarjeta como si así fuera a impedir su inminente expulsión. Se puede decir que fue riguroso, y lo fue a tenor de otras jugadas semejantes que no fueron amonestadas, entre ellas una docena de codazos de uno y otro lado. Pero esa acción reglamentariamente se puede sancionar como tarjeta amarilla y en cualquier caso quejarse del árbitro es buscar una excusa que nos apartaría de la realidad: ¿no se pudo hacer más en este partido?
En estos años cholistas hemos visto jugar al Atleti de distintas formas ante el Real Madrid y el Barça. En ocasiones hemos realizado grandes partidos presionando muy arriba y disputando el balón. Otras veces resulta plenamente justificado un planteamiento defensivo ante un rival superior en plantilla o en dinámica de juego. En una eliminatoria hay que jugar con los resultados pero ante un Real Madrid con bajas importantes y una incapacidad manifiesta para vencernos en los últimos partidos el equipo tardó demasiado en buscar la iniciativa. Una expulsión fue determinante para caer en cuartos, sí, pero el Atleti no se ha merecido pasar a semifinales. No ha hecho nada para ello y eso no es culpa del árbitro. Es culpa del planteamiento de Simeone, así de claro hay que decirlo. Si en la primera parte de la ida es verdad que el Atleti no pudo hacer mucho más que defenderse ante un equipo muy superior, hoy el Atleti sí podía haber dado un paso más por disputarle el balón. Recuerden la actuación del Schalke 04 en este mismo campo hace no tanto. Nosotros nos lo jugamos todo a una mano y nos salió una carta imposible de remontar.
Insisto, no hay que lamentarse del arbitraje y mucho menos del minuto 87 en que Chicharito nos metió el gol. Afortunadamente fue así. Si hubiéramos aguantado hasta la prórroga probablemente nos hubieran hecho un roto, una goleada en esa media hora con diez jugadores y Mandzu lesionado arrastrándose por el campo. Demasiadas similitudes con Lisboa. Tampoco hay que lamentarse demasiado. Hemos realizado un buen papel en Champions. Se ha caído con dignidad, aunque se debía de haber hecho mejor. No olvidemos que Simeone es el que nos ha llevado hasta aquí, entre los ocho mejores de Europa, a las finales de Champions, el que ha invertido la tendencia de años sin ganar al Madrid a que ahora sean ellos los que sufren para ganarnos. Es duro que nos haya tocado dos años seguidos en esta competición pero ahora hay que olvidarlo y concentrarse en quedar terceros y quién sabe si segundos. Está al alcance. El año que viene más y la venganza siempre llega.
Conversamos en el twitter de SomosAtleti y en el de José Vallés.
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