Simeone se mostró orgulloso de sus jugadores |
Y curiosamente quien se ha puesto al frente de ese espíritu, que tiene especial sentido cuando el equipo se enfrenta a los dos grandes del campeonato, es el viejo recién llegado. Fernando Torres se ha especializado en dos partidos de Copa ante Real Madrid y Barça en insuflar ánimo al equipo y a la grada para hacer real el "sí, se puede". Frente al Real Madrid bastaron sus puñaladas en el minuto uno de cada tiempo. Frente al Barça, el gol nada más arrancar, un auténtico golazo ajustando al palo desde fuera del área tras regatear a Mascherano, hizo creer en otra noche mágica, pero no fue suficiente.
O quizá fue demasiado bonito. Puede que la emoción, aderezada con los precedentes, subvirtiera demasiado el plan inicial, más conservador, más realista. Porque si la presión alta era lógica y esperada desde el principio, no lo era tanto que el equipo, convencido de repente de que podía noquear al Barça, se fuera a buscar el segundo con tanta alegría. Las ausencias de Koke "machacakilómetros" y Tiago "ordenoymando" en el centro del campo hicieron el resto. La defensa se quedó demasiado expuesta a los contraataques del Barça. Sí han oído bien, los contraataques. Y no fueron uno sino dos los goles que nos metieron así.
Antes del segundo del Barça, en un corner rematado en última instancia por Miranda en propia puerta, el árbitro ya se había liado. Pitó penalti a favor del Atleti (transformado por Raúl García) donde sólo hubo falta, y luego, tras el 2-2, una mano de Alba dentro del área la obvió y esa jugada acabó convirtiéndose en el tercero del Barça. Fue el comienzo de su particular caída en la locura en la que le siguieron algunos jugadores. Neymar y sus piscinas y sobre todo su baile provocador. Media plantilla de cada equipo en la tangana que se formó en el descanso como respuesta a esa provocación, situación que acabó con Gabi en la caseta por aún no sabemos qué, Arda y el lanzamiento de bota hacia el linier por no pitar una falta que esperemos no conlleve una sanción mayor que la amarilla que sacó el árbitro, pero que era una clamorosa expulsión. Y así unas pocas. Hasta el linier le golpeó a Jordi Alba con un banderín. Lo dicho, de locos. En fin, que entre el inquietante, azaroso y cambiante discurrir deportivo del encuentro y la desquiciante actuación arbitral, el partido acabó reventado y degradado de golpe de vistoso a vulgar.
La segunda parte Simeone optó por minimizar daños y evitar la goleada una vez que ya no había nada que hacer. Suicidarse es de cobardes debe pensar el técnico. El Barça procuró no exponerse demasiado. El partido bajó de intensidad a la espera del final pero por el camino Mario Suárez se fue a la calle por doble amarilla (merecida). La grada agradeció el esfuerzo de los jugadores, que con nueve estuvo a punto de empatar el partido por mediación de Torres y sobre todo Cani. "Orgullosos de nuestros jugadores" se escuchó en el Calderón. Son esos jugadores que se van jodidos tras darlo todo y morir en el intento de seguir adelante en el torneo. Se van sin poner excusas. Se van, desde luego, sin felicitarse de las ventajas de la eliminación. Se van con el aliento de la afición.
Conversamos en el twitter de SomosAtleti y en el de José Vallés
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