#Atleti Algún viejo profesor de periodismo todavía cuenta a sus alumnos la brillante y escueta crónica de un crítico de teatro. El tal periodista de otros tiempos se llevaba mal con un autor teatral (llamémosle García). Aún así, su redactor jefe le encargó la crónica sobre el último estreno de su enemigo. El crítico no necesitó muchas palabras. Escribió esto: "Anoche se estrenó la última obra de García. ¿Por qué?". Eso me preguntó últimamente, cada vez que juega el Atleti: ¿por qué?.
A De Gea se le ha contagiado el virus de Asenjo: cuando se aleja de los palos le entra un frío tremendo. No sale cuando debe y sale cuando no debe. Y si ya ni De Gea está fino, qué podemos esperar... Pues podemos esperar lo que vuelve a pasar. El Atleti es el de siempre: un equipo flojo, débil, previsible, pequeño, torcido, sin alma.
Godín ya ha caído en lo mismo en lo que cayeron fichajes anteriores: eran buenos en sus otros equipos, y se vuelven mediocres en el nuestro.
Nos empeñamos en las rotaciones, cuando es obvio que el Atleti no tiene jugadores para rotar. ¡Ni siquiera tenemos once! ¿A quién rotamos?
Los contrarios corren como si les condenaran a la horca por dejar de hacerlo. Nosotros trotamos. Los pases cortos son imprecisos. Los pases largos, un insulto a la memoria de Schuster. El centro del campo... ¿qué centro del campo? Los delanteros miran hacia atrás (no encuentran motivos para mirar hacia delante) a la espera de un balón, sólo uno, que alguien les envíe en mínimas condiciones para atacar. Ocurre pocas veces. ¡Qué panorama!
No veo falta de ganas ni de lucha. Secillamente jugamos muy mal. Y, después de tres derrotas seguidas, estamos entrando en un pozo. Salgamos pronto, no sea que, además, entremos en barrena.
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